8.07.2006

Otros puntos de vista

Siendo un poco más coherente en el contenido escrito de este blog, voy a poner después de cada partido algunas opiniones de profesionales para ampliar un poco el sentido conceptual de este espacio. A ver qué sale.

Boca arrancó el torneo como terminó el anterior: con autoridad. Y le sobró ante
un aplicado rival al que se le fue corriendo el maquillaje con el paso del
tiempo y del fútbol de Gago, de Battaglia, de la pausa de Marino, del el vuelo
de Neri Cardozo, de las corridas de Palacio (algo encaprichado con hacer su gol)
y hasta de la sensibilidad de Palermo, en una versión más lúcida y lucida, en un
partido muy especial para él. A diferencia de lo que suele pasar, Boca primero
se floreó y después lo ganó.

Adrian Piedrabuena, de Diario Olé

Boca entendió que el toque debía ser el vehículo para escapar de la languidez o
de las precauciones carcelarias que Banfield desparramó por la Bombonera. Por
eso, la primera media hora del encuentro vibró al compás del lucimiento
boquense. Con determinación y autoridad, Boca acorraló al conjunto de Leeb y
encadenó tres nítidas acciones de peligro por un cabezazo de Palermo que
salvaron entre el poste y Lucchetti, un remate cruzado y apenas desviado de
Marino y un fantástico slalon de derecha al centro de Palacio, al que le faltó
potencia en la resolución.

Cristian Grosso, de La Nación

Lo cierto es que Boca produjo ayer, ante Banfield, una actuación de
enorme jerarquía colectiva. De ésas que no se ven comúnmente. A todo toque, de
punta a punta de la cancha. Con gambeta permitida, pero especialmente poblada de
buenas intenciones. Para anticipar, para armar triángulos, para cambiar de
frente. Para retroceder y volver a intentar. Al ataque, sin especulaciones. Con
el chico Fernando Gago como bastonero. Y con el resto tocando la misma música.
Fue tan atractiva la propuesta que en el primer tiempo, cuando el gol no
llegaba, un par de veces la multitud se puso de pie para aplaudir jugadas. Lo
que demuestra que el gusto por las maneras de ejercer el fútbol no tiene
banderías que lo diferencien.

Horacio Pagani, de Clarín